¡Elemental, Watson!

Agilidad mental, capacidad para asociar ideas, creatividad, memoria…todos son elementos componentes de algo que nos hace -según algunos autores-inteligentes”. Las definiciones de inteligencia abundan, y están en dependencia -incluso- de la especialidad de que se trate, y si usáramos una básica, de diccionario, veríamos algo como “Conjunto de todas las funciones que tienen por objeto el conocimiento (sensación, asociación, memoria, razón)”.

Obviamente, la capacidad de actuar “inteligentemente” permitió al hombre, animal infradotado en otros sentidos, sobreponerse en escenarios poblados por seres más rápidos y fuertes, con mejor olfato, vista y oído. ¡Qué bien!

Una de las muestras de “inteligencia” que más llama la atención es la capacidad de construir herramientas (que no es privativa de los seres humanos, hay otras especies a las que se les reconoce también esta habilidad), y usarlas en función de elevar la efectividad en la búsqueda de soluciones a los problemas cotidianos de la supervivencia.

Cuchillos, lanzas, flechas, trampas, la rueda, la palanca, vehículos, la imprenta, la radio, la televisión, los teléfonos, las computadoras…todos son ejemplares de diversas familias de herramientas, las que usadas con mayor o menor éxito, han dado lugar a los más diversos eventos. El caso de las computadoras no es una excepción, aunque incorpora elementos distintivos, pues -de alguna forma- aúna características de muchas de sus predecesoras; en resumen, integra avances anteriores, los combina de nuevas formas.

Sin embargo, aun cuando a nadie se le ocurrió comparar la velocidad de movimiento del hombre con la de los vehículos que creó, o considerar si era el hombre más débil que los sistemas de palancas que diseñaba, o si lograba enviar con su mano la flecha más lejos que con el arco, o escribir más rápido que la imprenta, o ver más lejos con sus ojos que con la ayuda de un catalejo…el asunto con la computadora se ha desarrollado de otra forma:  la óptica -por alguna razón- ha sido la de un enfrentamiento continuo.

“La computadora es más rápida que el hombre” es algo que oímos con frecuencia; “es capaz de almacenar más información”, “no olvida”; ”resuelve con facilidad complejos problemas matemáticos”; “encuentra más rápido un dato”. Y toda otra sarta de comparaciones, usualmente incompletas...

Algunas preguntas rondan -preocupantes- muchas mentes: ¿sustituirán las computadoras al hombre? ¿prescindirán de él? ¿llegarán a sentir como su creador? Además, cada una de ellas lleva implícitas otras: ¿sustituir en qué específicamente? ¿en trabajos repetitivos, aburridos, peligrosos, que permitan al hombre dedicarse a otras labores de menos riesgo, más reconfortantes?¿O en la vida cultural, en la ciencia, crearán música, nos desplazarán de la poesía, la literatura?  Hay otras preguntas de especial magnitud: ¿llegarán a pensar? aunque habría que comenzar aclarando ¿a qué vamos a llamar “pensar”?

IA


Conceptos como el de “inteligencia artificial” están en constante construcción, definiciones como: “Tecnología cuyo fin es el análisis y la comprensión de los problemas cognoscibles, de una parte, y la creación de máquinas o programas que se comporten siguiendo una línea próxima a la inteligencia humana” resultan abarcadoras, pero incorporan grados de dificultad muy elevados, aunque -no debemos olvidar- mantienen al creador humano justo como soporte de cualquier avance o realización en este sentido.

Y es por esto que cuando leemos cintillos (10 de febrero de 1996) del tipo: “Deep Blue, la computadora de IBM, venció a Gary Kasparov”, o recientemente (miércoles 16 de febrero de 2011): “el computador Watson (también de IBM)  salió triunfante de su duelo contra el cerebro humano en el programa televisivo "Jeopardy!", al vencer a dos intelectuales que concursaron en la tercera ronda de un reto que le obligaba a pensar como una persona”… la propia redacción de estas “noticias” nos hace pensar que todo no es más que un disparate, una comparación innecesaria, que poco dice de la capacidad de la herramienta o de los humanos involucrados, pues se está realizando una comparación ociosa, algo así como considerar lento a Usain Bolt al ser superado por el último modelo de auto de carreras tipo F1 de la escudería Ferrari.

¿Quién es Watson?

Pero, veamos: ¿Cómo está conformada Watson? Como procesador usa el modelo IBM Power7, de 8 núcleos, con tecnología de 45 nm, 1200 millones de transistores en 567 mm2, trabajando a 4.25 GHz. Pero no usa uno solo: usa 360 procesadores,  para un total de 2880 núcleos, capaces de procesar 80 teraflops (operaciones con punto flotante por segundo), usando…15 TB (Terabytes) de RAM, lo que le permite en fracciones de segundo “sumergirse” en cientos de millones de páginas de información sacada de enciclopedias o sitios de la red, comparándolas y construyendo las respuestas. Como herramienta no resulta nada despreciable…

Pero, además de esta “musculatura”, Watson no actuó sola, nada de eso: el equipo que trabajó en su programación incluye a múltiples especialistas en las más diversas ciencias y tecnologías afines a esta simulación del pensamiento humano, y llevan más de 3 años preparando los algoritmos encargados de procesar las respuestas a las preguntas que se le formulen.  Según Eric Brown, uno de los investigadores líderes del proyecto, los resultados obtenidos permitirán:
  • Desarrollar aplicaciones que fortalezcan la comunicación entre seres humanos y entre éstos y las máquinas.
  • Mejorar los programas que permiten navegar en la red.
  • Mejorar las traducciones entre lenguas.
  • Acelerar los avances de la llamada Web 3.0 o Semántica.

Por tanto, al Cesar lo que es del Cesar; como herramienta, Watson resulta verdaderamente impresionante -primer trimestre de 2011- y tan -o más- impresionante es lo que ha logrado el equipo humano que la construyó y programó.

En resumen, comparaciones como las descritas, amén de su matiz publicitario y comercial, bien poco ayudan a la asimilación de estos avances, pudiendo llegar -incluso- a reforzar el matiz tremendista de algunos teóricos, inclinados a los malos augurios y al anuncio de inevitables catástrofes devenidas del avance de tecnologías que -potencialmente- llegarían a desplazar al humano (recuérdese La Matriz y sus secuelas).

¿Estamos -entonces- convocando a compartir un optimismo iluso? ¡No, nada de eso! Pero, llamemos a las cosas por su nombre: no son -hasta el momento- las tecnologías las responsables de nuestros problemas. Somos los humanos los que -con demasiada frecuencia- usamos de forma irresponsable las herramientas que creamos. E -incluso- las dirigimos abiertamente en contra de otros grupos humanos, en competencias del tipo HUMANO VS HUMANO, y estas -tal vez- sean las acciones a las que debíamos prestar más atención.

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