(Filosofía+Ética) VS Tecnología: un problema mayúsculo.


"Una cuestión filosófica se presentará cuando seamos capaces de descargar el cerebro de una persona en un chip y luego implantar el chip en el cuerpo de otro", dice el psicólogo Carlo Strenger de la Universidad de Tel Aviv. ¡ Impresionante posibilidad... !!!

Pero, hay temas con espinas. Alrededor de los “avances” tecnológicos suelen aparecer trabas a cada paso, y las acusaciones se cruzan a diario, incluyendo epítetos de gran dramatismo: contaminación del medio ambiente, celulares sangrientos, suicidios entre jóvenes trabajadores, pérdida de capacidades mentales, deterioro de prácticas socio-culturales, banalización de la información, en fin...

No obstante, el desarrollo no se detiene, usualmente los investigadores no respetan las prohibiciones, y a cada instante surgen nuevas ofertas que -prácticamente- borran a sus predecesoras. Y se vuelven a violentar los límites, hasta de las creencias religiosas.

Algunas noticias llegan sobre ejercicios -aparentemente- irrespetuosos, ajeno a nuestra filiación filosófica. Por ejemplo,  cuando leemos sobre la intención de grupos de investigadores del MIT de diseñar un chip que funcione como las neuronas cerebrales, nos estamos acercando a uno de esas “barreras” trazadas por nuestros ancestros. Estos intentos se ven asediados -además- por las más tremebundas voces: “¡Quieren competir con Dios!” o “Solo la Naturaleza puede realizar tamaña obra”…pero los investigadores siguen ensimismados en sus temas.

Y aparecen titulares despampanantes: 

Steve Furber,  profesor en la Universidad de Manchester, está trabajando en un proyecto que intenta reproducir el funcionamiento del cerebro humano en tiempo real utilizando un superordenador construido con un millón de procesadores ARM

IBM espera tener listo para dentro de 10 años un cerebro humano artifical, que contará con un rendimiento equivalente al número de neuronas que tiene el cerebro humano, más de 100.000 millones

"Con Internet estamos ante un único cerebro compartido" asegura Tim O'Relilly,  uno de los “padres” de la Web 2.0, en una variante que no solo incorpora tecnologías, sino…humanos!

Dentro de estas posturas de cierta irreverencia, la Universidad de Tel Aviv mantiene en activo un equipo de investigadores entre los que se encuentra Matti Mintz, psicobiólogo del citado centro de estudios, quien explica uno de los objetivos de “pequeño” alcance al que atienden: 

"Imaginen que hay una pequeña área del cerebro que está funcionando mal, e imaginen que entendemos la estructura de la zona dañada. Así que tratamos de replicar esta parte del cerebro con dispositivos electrónicos". Entendiendo el funcionamiento físico-químico y electrónico de la zona dañada, la intención se resume a recibir las señales que esta área acogería normalmente, procesarla en un dispositivo artificial, y devolver las respuestas convenientes a los canales normales.

Y esta es una intención que ya ha tenido un grupo de primeros acercamientos: personas con problemas auditivos han visto disminuidas sus limitaciones a partir de los conocidos “implantes cocleares”, consistentes en algo semejante a lo que proponen los israelíes: dado el mal funcionamiento de la cóclea (una parte del sistema auditivo humano), se coloca un implante consistente en un dispositivo tecnológico (una parte fuera y otra dentro del cráneo) que se encarga de sustituir el funcionamiento de la parte dañada, convirtiendo los sonidos en señales eléctricas que se hacen llegar al cerebro a través de los nervios auditivos. 

Pero, la historia no termina aquí en el oído, nada de eso. A principios de 2010 aparecía en la red un reporte que informaba: “Tres personas totalmente ciegas han podido ver formas y objetos pocos días después de recibir un implante electrónico tras la retina”. El implante se llevó a cabo por investigadores de la Universidad de Tubingen y la empresa Retina Implant AG  y reemplaza directamente a los receptores que no funcionan en la retina.

El dispositivo ocular contiene un chip, formado por 1.500 microfotodiodos, con sus propios amplificadores y electrodos de estimulación, contando en el extremo del implante con electrodos conectados a un cable que sale por detrás de la oreja y permiten la alimentación eléctrica del sistema, además de comprobar su funcionamiento. El dispositivo puede llegar a generar una imagen 38 por 40 píxeles.

Obviamente, son declaraciones desde las tecnologías. Admitiendo que todo en nuestro organismo puede ser -en dependencia del nivel de conocimiento alcanzado- explicado científicamente, estos resultados no deben extrañarnos. Hay que aclarar que el hombre lleva trabajando en estos temas desde hace un buen tiempo: en el caso de los implantes auditivos, se reconocen experimentos realizados por Alessandro Volta en 1790, y el primer implante fue realizado en 1957 por André Djurno y Charles Eyriès en Francia.

En el caso del implante ocular, a finales de 2003 se daba a conocer la terminación del primer diseño en forma de prototipo, fabricado por la Universidad de Stanford en California. "En vez de usar estimulación eléctrica de un chip que convierte la luz en impulsos eléctricos, estamos usando un implante que libera neurotransmisores tal como lo hace la retina de manera natural" declaraba la doctora Stacey Bent, de la citada universidad.

Todos estos ejemplos apuntan a una realidad: conocida la esencia de funcionamiento de una parte del organismo humano, el diseño y puesta a punto de un dispositivo tecnológico que lo sustituya -y mejore- es solo cuestión de tiempo y recursos. Por tanto, y volviendo al cerebro…¿realmente será inalcanzable?

Los propios equipos de investigadores, científicos y tecnólogos que se empeñan en emular el funcionamiento de nuestro “procesador central” están dedicando gran parte de sus esfuerzos a entender el porqué de sus capacidades, la esencia científica de su funcionamiento.  El vicepresidente y director de la investigación de IBM, John Kelly explicó durante una conferencia que "los sistemas informáticos están cada vez más bioinspirados". Por otra parte, desde la universidad israelí la profesora Mira Marcus-Kalish plantea “La única forma de que un proyecto como este tenga éxito es combinar distintas disciplinas: una unidad entre nanotecnología, biología, informática y ciencia cognitiva".

El psicólogo Carlo Strenger de la Universidad de Tel Aviv, argumenta: "Piensen en la cantidad de personas que sufren daños cerebrales por culpa de accidentes, o la gente con enfermedades degenerativas. Con más repuestos para nuestro cuerpo la gente no sólo estará viva sino más sana".

Y, entonces…surgen nuevos y tremebundas interrogantes, devenidas -incluso- ya no solo de los defensores de los animales de laboratorios (que se querellan contra el uso violento y cruel que de ellos se hace durante estas investigaciones) sino también derivadas de la ética más elemental:

¿Cuantas partes podrán ser sustituidas antes de que nuestros cuerpos sean controlados por máquinas y no a la inversa?

O peor aún… ¿Qué sucederá cuando seamos capaces de emular el conocimiento y funcionamiento del cerebro de una persona con un determinado dispositivo tecnológico y luego… trasladarlo a otro cuerpo?¿Se habrá trasladado el “yo”? 

¿Y si en vez de trasladarlo…lo copiamos?¿Habrán múltiples “yo”? 

Todo parece indicar que los matices de la obra de Asimov  (El Hombre Bicentenario) están dejando
-aceleradamente y aunque cause temores- de ser ficción para convertirse en algo cada vez más cercano.

No hay comentarios: