Tema (saludable) a debate:

¿ Podrán pensar las

computadoras?

Esta pregunta ronda, de forma periódica, la mente de muchas personas. Aunque es la misma desde los años 80 del siglo pasado, el escenario en que aparece ha ido evolucionando, y por ende, con él hemos avanzado los receptores humanos de tamaña interrogante. No resulta un ejercicio ocioso del pensamiento, sino un necesario cuestionamiento relacionado con los más diversos temas de una actualidad donde cada vez más las tecnologías marcan posibilidades, restricciones y estilos de trabajo.

Suele aflorar, de forma casi automática, una respuesta francamente defensiva : ¡NO, IMPOSIBLE esto es atributo exclusivo de los humanos! . Y también pensamos, aunque tal vez no nos atrevemos a decir : ¡Somos únicos, irrepetibles, imposible -ya no superarnos- sino ni siquiera imitarnos!. Ya en este punto estamos muy cerca de afirmaciones del tipo “somos la creación más excelsa de Dios” y otras semejantes.

Pero, como nos enseñara el profesor Arquelio Bernal, un doctor en filosofía inusual por lo accesible que resultaban sus explicaciones, el tema no está solo dado por la respuesta que demos, sino, de forma especial, por el ¿por qué? de las mismas.

De alguna forma pienso que películas de ciencia ficción como MATRIX han contribuido a la formación de una extraña imagen de la relación entre humanos y computadoras : en ellas se plantea una competencia francamente agresiva, de tipo eliminatoria, donde solo habrá un ganador, el que resulta difícil de pronosticar.

Este argumento, interesante para una de esas producciones televisivas o cinematográficas que pretenden atraer a grandes masas de fanáticos al sufrimiento con un final generalmente fácil de presuponer, y obviamente feliz, ha creado una inusual forma de ver esta relación del hombre con su herramienta, lo que puede, incluso, llegar a convertirse en una traba.

Si lleváramos esta situación a otra familia de creaciones humanas, sin dudas el automóvil sería una competencia muy agresiva, de hecho en la historia de la humanidad las muertes por accidentes automovilísticos alcanzan cifras elevadas, y sin embargo, a nadie se le ha ocurrido plantear que esta es una competencia de aniquilación. De la electricidad y la energía nuclear, ni hablar.

Volviendo al tema inicial. Les propongo desmontar la pregunta, las respuestas y la posibilidad de que esto suceda o no.

Tal vez debamos comenzar por establecer algunos convenios conceptuales y terminológicos que nos permitan comunicarnos sin zonas de ambigüedad.


¿ A qué vamos a llamar

pensamiento?

Este es un tema mayor: filósofos, sicólogos, siquiatras, físicos, químicos y otros innumerables especialistas no se ponen de acuerdo, y, de hecho, esta definición puede llegar a marcar los dos grandes bandos principales de filósofos, atendiendo a la relación pensamiento-materia.

Usando una “definición de manual”, creo que considerar el pensamiento como la capacidad del cerebro humano de reflejar el mundo exterior en forma de sensaciones, representaciones y conceptos, permite entender a grandes rasgos una función que, según coinciden muchos teóricos, nos diferencia de los demás seres que habitan nuestro planeta.

En esta misma línea, algunos autores plantean que el pensamiento, como reflejo de la realidad, utiliza abstracciones, prescindiendo de los aspectos singulares de los objetos, dejando a un lado las representaciones inmediatas del objeto para destacar en él lo fundamental y esencial[1].

Está bien, vamos a tomar estas definiciones y trabajar con ellas.

El pensamiento es, entonces, el reflejo de la realidad objetiva en la materia que conforma el cerebro humano.

Y entonces tendríamos

que preguntarnos ¿a qué

vamos a llamar reflejo?

Es la forma inconsciente de responder a estímulos externos, que permiten que la materia interactué con su entorno. El reflejo puede dejar huellas, por ende nuestro cerebro almacena “marcas” dejadas por el contacto con la realidad.

Estas “marcas” quedan almacenadas en forma de alteraciones en corrientes eléctricas, enlaces entre células de especiales características, sustancias químicas, en fin, hechos absolutamente materiales, objetivos, tremendamente complejos para el nivel de conocimiento actual, pero alejados de cualquier concepción que involucre en este proceso de reflejo a entidades inmateriales, supremas o como quiera llamárseles.

Es una realidad que la ciencia actual no sabe explicar al detalle la forma en que el cerebro soporta, construye y porta el pensamiento. Sobre estos temas diversos equipos de investigación llevan años trabajando, y se han realizado tímidos avances.

Por tanto, no es descabellado imaginarse que el hombre, en su continuado desarrollo como ser social, llegará a desentrañar el papel de los protagonistas de eso que, en genérico, llamamos pensamiento.

En otra línea de análisis, estaría por definir ¿qué es una computadora?.

Esta es una respuesta que podría tomar tiempo construirla en detalle, por lo que vamos a esbozar un esquema simplificado, en el que vamos a considerarla una herramienta más, elaborada por el hombre, en la que deposita su actual nivel de conocimientos, y utiliza para resolver problemas diversos, desde acceder a datos generadas por otros hombres, hasta generar personalmente nuevas informaciones.

Por tanto….

Si admitimos la base material del pensamiento, la posibilidad del hombre de lograr el conocimiento del mundo que lo rodea y la condición de herramienta de la computadora, cuando afirmamos que la computadora no podrá jamás pensar, de hecho estamos haciendo varias afirmaciones paralelas :

1. la limitación no es de la computadora, sino de su creador que no logrará que su herramienta haga….

2. el hombre nunca logrará desentrañar los detalles de la forma en que el cerebro, órgano material soporte del pensamiento, cumple su función, y por ende, no podrá reproducirlo.

Estas no parecen afirmaciones muy felices, llegando a rozar las posturas en que se considera el pensamiento como una entidad independiente de la materia, del organismo humano, respondiendo a leyes “divinas”, ajenas e inalcanzables a toda comprensión humana.

Conclusión…parcial

Debe haber una extensa colección de declaraciones de imposibilidad:

· Nunca el hombre podrá controlar el fuego.

· Nunca el hombre podrá volar.

· Nunca el hombre podrá crear vida en un laboratorio.

· Nunca el hombre podrá llegar a la luna.

· Nunca el hombre podrá dividir el átomo.

La lista podría continuar indefinidamente, y siempre aparecerán nuevas barreras –aparentemente- infranqueables, que son justamente las que tientan al intelecto humano a demostrar lo contrario.

Hoy día, cuando aparecen nuevas formas de trabajo bajo esquemas colaborativos, en los que numerosas personas se organizan en equipos para aunar esfuerzos en pos de un resultado, cada vez son menos las trabas que se mantienen en pie.

A título personal confío en que esta de la que tratamos no sea una excepción.

¿ Riesgos?

En un reciente artículo[2]de corte aparentemente humorístico, pero solo aparentemente- sobre problemas filosóficos, se esbozaba el siguiente problema (términos más o menos):

Si logramos, por un mecanismo dado y obviamente de ficción, tomar el cerebro de Juan e implantarlo en la cavidad craneana de Pedro, que habíamos vaciado previamente, ¿cómo llamaremos al sistema resultante portado en el cuerpo del que antes era Pedro?¿Pedro o Juan?

Si seguimos la suposición, es probable que coincidamos en que este nuevo sistema es Juan, aún cuando tiene el cuerpo de Pedro, pero en verdad no llamamos Juan a cualquier parte del cuerpo, sino especialmente a su cerebro y lo que porta.

Por tanto, las características físicas no son tan importantes, sino más bien las mentales. Esto nos lleva a considerar, por poner un triste ejemplo, que un paciente que por alguna razón presenta muerte cerebral ya no es la persona que era, sino solo su cuerpo, con el que mantenemos una relación de menor envergadura.

Sin embargo, aún cuando una persona esté afectada por la más terrible de las enfermedades, haya perdido el movimiento y otras tantas capacidades propias de los humanos, mientras mantenga claro el pensamiento, sigue siendo ella, íntegramente, aún con todas estas limitaciones, véase casos extremos como el de Stephen Hawking.

En el artículo “Permitido Pensar” se avanzaba más.

Lo que cuenta no es el cerebro en sí mismo, sino los estados mentales que alberga. Y esto puede complicar grandemente la situación.

¿Y si los científicos logran comprender, modelar y trasplantar los estados mentales de una persona al cerebro de otra? ¿Si los estados mentales de Juan se copian en el cerebro de Pedro, que fue previamente vaciado de sus propios estados mentales, dejándolo literalmente, en blanco? ¿Pedro sería entonces Juan?¿Habrían 2 Juanes, el original y la copia en el cuerpo de Pedro?

Una hipótesis posible sería entonces el considerar que si el hombre logra desarrollar una computadora (o como se le quiera llamar) que, dado el nivel de desarrollo científico y del conocimiento del mundo alcanzado, interactúe con la realidad objetiva circundante, incluyendo otras computadoras y también seres humanos, y refleje en ella este medio, integrando sensaciones en percepciones, convirtiéndolas en experiencia (inicialmente a la usanza de lo que hace el cerebro humano, y posiblemente superándolo con el tiempo), pues… habría que ver cómo enfocar esta nueva situación….

Pero, esta hipótesis nos lleva a otra : si, como vimos en el ejemplo de llevar los estados mentales de Juan al cerebro de Pedro, lo que determina nuestro reconocimiento como seres superiores son esta mezcla de esperanzas, temores, creencias, valores y memorias, ¿importa el portador?¿solo se es humano si el portador es de carne y hueso?¿si la máquina reflejara al igual (o mejor) que nosotros el mundo que la rodea, interactuara con él, lo adaptara a sus necesidades, acumulara conocimientos a partir de sus propias experiencias, se relacionara con otras semejantes, usara un lenguaje, creara otras máquinas…le otorgaríamos el derecho de la duda?

¿O seguiríamos aferrados a la respuesta –con matices de desespero místico- de que el creador de la máquina es, o fue en un momento dado, el hombre, único ser pensante posible?

¿O inauguraríamos una nueva entrada en el listado de las imposibilidades?


Epílogo.

Como otros tantos temas, este no parece tener fin, e incluso puede que sea conveniente que no lo tenga, que nos haga sentir dudas, que marque zonas de ignorancia que deban ser atendidas por el estudio, la investigación, la meditación.

Una última observación: no importa qué respuesta brindemos ante la pregunta inicial, pero la afirmación de que NUNCA LAS COMPUTADORAS PODRAN PENSAR parece apuntar más a la incapacidad del hombre que a la de la herramienta[3].

Enrique Bris, Ciudad de la Habana, diciembre 2008

NOTA: No es imprescindible expresarse sobre el tema, incluso puede no tenerse opinión concreta al respecto, pero si desea comentar sobre el asunto de referencia, enriquebris@gmail.com



[1] Dialéctica del proceso del conocimiento, Los fundamentos de la Filosofía Marxista, F.V. KONSTANTINOV,

[2] Jueves, 20 de noviembre de 2008, BBC Mundo, “Permitido Pensar”

[3] La película “Bicentenary man”, protagonizada por Robin Williams, trata , de una forma muy clara, el tema de dónde se encuentran los límites a partir de los cuales una entidad se considera humana, marcando una extraña tesis : es justamente la muerte la que mejor caracteriza la condición humana.

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