Sociedad Red, 3er episodio (¿último?)

Pues resulta que –ahora- todo parece girar alrededor de la comunicación entre humanos : los teléfonos, las plazas, los parques, las redes de computadoras, la televisión, la radio…en fin, cuando hurgamos un poco detrás de los más diversos eventos que han acaecido en el desarrollo de la humanidad, nos encontramos la comunicación como factor común, y también, lamentablemente con demasiada frecuencia, la no comunicación.

Señales de humo, pinturas en las paredes, versos, canciones, esculturas, complicadas coreografías, todos son vehículos de la comunicación humana, incluso desde su surgimiento incluyen al receptor como parte principal de este sistema de piezas cuyo objetivo es claro : transmitir a otra persona ideas, conceptos, estados de ánimo, sensibilidades, influir –de alguna manera- sobre la conducta de los demás.

A este complejo proceso llamado comunicación y su relación con el mundo de las tecnologías vamos a dedicar nuestro comentario de hoy.

Está dicho : La intención de conectar dos puntos remotos para intercambiar informaciones tuvo su base en el ahorro de esfuerzos : resultó cómodo conectar dos puntos remotos a través de algún canal tecnológico en vez de tener que trasladarnos de un lugar a otro para comunicar un determinado mensaje.

Las formas de esta conexión han sido diversas : señales visibles, audibles, transportadas por métodos diversos, a los que se sumó la electricidad a partir de la generalización de su uso y control gracias a los trabajos de un nutrido grupo de científicos que desde 1600, con el trabajo del médico inglés William Gilbert desarrollaron -paso a paso- todo el conocimiento necesario para poner tan útil recurso a nuestra disposición.

Volviendo al tema de la conexión entre humanos, aún cuando uno de estos pioneros (Benjamin Franklin) comprobó el movimiento de la electricidad a través de la atmósfera, sin necesidad de un portador “sólido” en su conocido experimento del papalote en un día de tormenta, el uso de este recurso hasta hace bien poco fue caracterizado por un protagonista secundario, pero bien visible : los cables. Y esto no estuvo al nivel del impulso que el recurso de la electricidad dio a la sociedad humana.

Es curioso que -aunque- el 14 de mayo de 1897, Guillermo Marconi realizó la primera transmisión inalámbrica entre dos poblaciones separadas por 5 kilómetros, no fue hasta bien entrada la segunda mitad del siglo 20 que se extendió el uso de las redes inalámbricas para otros fines que no fueran la radio (en alguna de sus funciones, no siempre comerciales) y la televisión.

Por tanto, nos hemos visto obligados a movernos entre cables y alambres de todo tipo que francamente entorpecen nuestra vida, aún cuando llegamos a justificarlos y a convivir con ellos, en función de obtener innegables beneficios.

Nos rodean por doquier : a nivel urbano, doméstico, en la oficina, en las escuelas, en la misma medida en que se fueron desarrollando las tecnologías, estas fueron creando la necesidad de un mayor cablerío.

Esto llegó al punto en que hubo que ponerse de acuerdo con algunos recursos para entendernos mejor, y -por citar un ejemplo- se hicieron convenios relacionados con el color que se le iba a dar a los forros, para así entender cual era cual. Por ejemplo (y no de forma estándar) el rojo para el positivo, el negro para el negativo, entre otros semejantes, expresados incluso en los planos de los equipos electrónicos.

Al final, este resultó un tema complicado. Más equipos, mas cables, mas enredo, mas confusión y posibilidad de hechos accidentales ( conectar este en lugar de aquel, unir dos que debían estar separados, interrumpir alguno por deterioro u otra causa…).

Para colmo, recientemente (junio 2008) conocimos de un suceso que le dio la vuelta a la red : las instalaciones informáticas de una empresa dedicada a dar servicio a INTERNET (datacenter H1 de ThePlanet.com) vieron interrumpidas sus funciones cuando se produjo un accidente eléctrico debido a que …había aparecido una especie de hormigas que se comían los forros de determinados cables, permitiendo que entraran en contacto entre sí los metales encargados de la transmisión de la electricidad, y ¡ya usted sabe! ¡Hasta ahí llegaron funcionando los equipos!

Esto dio lugar a las más diversas elucubraciones, generalmente tremendistas, y a la aparición de propuestas de solución, incluida el mezclar veneno con el plástico con que se forran los núcleos metálicos encargados de trasladar la corriente.

Pero este no ha sido el único problema de los tendidos necesarios para soportar el uso de la electricidad, no : ciclones, inundaciones, caída de árboles, accidentes domésticos y de tráfico, han sido con frecuencia verdaderos sicarios de este servicio, amén del deterioro producido por estar expuestos al intemperismo.
Por tanto, los ojos de muchos de los investigadores de este campo volvieron de nuevo sobre Marconi y su transmisión inalámbrica. En verdad quien lograra eliminar la madeja de cables que nos rodea, o al menos clarearla en alguna medida, obtendría el reconocimiento de la humanidad agradecida.

Y las soluciones no se han hecho esperar, con limitaciones todavía, pero en desarrollo y con un alto grado de aceptación. Si alguien -ahora mismo- está pensando que estamos leyendo prensa vieja, que la comunicación inalámbrica existe desde antes de que Yuri Gagarin inaugurara los viajes al espacio en abril de 1961, le aclaramos que nos referimos al uso de estas maravillas tecnológicas a nivel doméstico, no en grandes centros de investigaciones.

Pues si, aparentemente llegaron para quedarse a nuestro alrededor, permitiéndonos -al menos esa es la intención- mantenernos conectados a esa enorme comunidad que habita los ámbitos digitales, y tienen nombre propio que hasta familiar resulta en muchos casos, como es el caso de los conocidos WIFI y BlueTooth. Pero, y esto…¿qué significa, para qué sirven?

Ya veremos.

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