La red y la paranoia de la privacidad

 1700 millones de humanos conectados diariamente a las redes, más de 190 millones de dominios, para 2012 los accesos desde teléfonos móviles se pronostica que superarán al total de los realizados desde computadoras de mesa o portátiles, un petabyte de información procesada cada 72 minutos en los servidores de Google, o sea 1,024 terabytes, 2^50 = 1,125,899,906,842,624 bytes, un nuevo aparato (el iPad) mezcla entre teléfono móvil, reproductor multimedia y lector de libros electrónicos que fracasa en su lanzamiento, aunque vende 120 000 unidades en su primer día en el mercado.. . sin dudas los volúmenes de cifras de esta época que nos ha tocado vivir son -al menos- inusuales!

Hay que entender que este crecimiento en el volumen de datos que consideramos “cotidiano” nos involucra a todos, y les pongo un ejemplo. Hace menos de 5 años, si llevábamos en nuestro bolsillo una memoria de las conocidas como flash, usb o pendrive, como se le quiera decir, con 256 o 512 megabytes (suficiente para cargar cientos de archivos de texto, o decenas de grabaciones musicales) éramos felices, no necesitábamos más.

Pero…ahora si tenemos una de 4 Gigabytes, o sea 8 veces la de 512…pues no somos muy felices, porque -tranquilamente- una buena copia de una película como Avatar (que ya está pasando de "moda"), con sonido 5.1 o superior, ocupa más de 4 gigas! Y no me estoy refiriendo a televisión de alta resolución o 3D, nada de eso!

Bien, esto nos puede parecer exagerado, frívolo, “primermundista” -dicho de forma peyorativa- pero… está sucediendo. Además, las convulsiones solo se producen en lo relacionado con la masividad de estos datos, sino -cada vez con más frecuencia- en las conclusiones devenidas de su análisis.

A intentar un acercamiento a estas órbitas en constante crecimiento vamos a dedicar el comentario de hoy.
En una obra como “El Nombre de la Rosa”, de Umberto Eco -semiólogo y crítico literario italiano- nos asomamos a un mundo en el que uno de sus grandes protagonistas ( la iglesia ) mantenía celosamente custodiados tanto a los almacenes de conocimiento del momento (grandes estanterías repletas de volúmenes convencionales de papel, pergamino y cuero), como a sus fabricantes, los escribas.

Tanta era la importancia que se le otorgaba a estos mecanismos encargados de ser los depositarios del saber humano, que sucesos como el de la biblioteca de Alejandría, perdida irremediablemente en un incendio -de alguna forma recreado en la obra de Eco- pasaron a la historia como paradigma de desgracia y pérdida insustituible.

Información como atributo del poder: una constante en la historia.

Han pasado ya veintitrés siglos desde la fundación de la susodicha Biblioteca, ubicada en la ciudad de Alejandría, al norte de Egipto, en el delta del río Nilo, fundada sobre el 332 de antes de nuestra era. Zenódoto de Éfeso -sin dudas un difícil nombre-fue el primero en obtener el cargo de bibliotecario, teniendo a su cargo -según ciertos historiadores- algo así como 500 mil volúmenes. Estamos hablando de algo sucedido antes de la aparición de la imprenta, o sea, eran libros escritos y reproducidos a mano.

Desde aquel entonces, la manipulación, creación y almacenamiento de soportes de información han sido labores encargadas a especialistas que, como era de esperar, han ido alcanzando niveles cada vez más elevados.

Obviamente los nuevos escenarios, conformados por herramientas y conocimientos combinados, están generando cambios frecuentemente esenciales en las formas de proceder al enfrentar un problema determinado.

Los nuevos términos aparecen por doquier, y cuando -por citar un ejemplo- oímos hablar de la INTERNET DE LAS COSAS nos parece en primera instancia, una frase construida a partir de la tendencia conocida popularmente como la cosificación: todo es “la cosa”, algo ambiguo, difícil de apresar, ajustable a la interpretación, y frecuentemente dependiente del marco en que se use. Pero no, nada de eso.

El aumento de la capacidad de procesamiento, almacenamiento y transmisión de datos está permitiendo llegar a manipular tales volúmenes de información que TODO está cambiando aceleradamente, la forma de valorar, los métodos de enseñanza, la lectura, el ocio…

Cambios inevitables.

Y esta puede ser una declaración bien cuestionable, muchos pueden estar pensando -ahora mismo- ¡nada de eso, yo no cambio mis escalas de valores, mis hábitos de lectura y disfrute por mucha información que me pueda estar llegando a cada segundo! Y esto sería verdad…tal vez a medias, pero verdad al fin!. ¿Por qué digo esto? Me explico.

No solo formamos nuestra escala de valores por imposición, léase lo que alguien me DICE que esta bien o esta mal, nada de eso, la práctica individual, el contacto con la realidad de cada uno de nosotros nos permite conocer, comparar y valorar cada experiencia, cada concepto, cada práctica, y aunque con frecuencia escuchemos decir “¡no hay por que comparar!” esto es solo un embeleco, ¡claro que lo comparamos TODO a cada paso!: nuestras habilidades, nuestras sensaciones ante un evento u otro, nuestro desempeño, nuestras tenencias! 

Por tanto, mientras más información tengo a mi disposición, más amplia puede ser la comparación, y más profundo el ejercicio de contrastar una experiencia personal o una determinada propuesta que me hagan con todo lo que en ese sentido pueda encontrar a mi alcance. Y eso está muy bien, obviamente puedo elevar mi porciento de éxitos cuando parto de una buena base de información a la hora de seleccionar, elegir una variante de solución.

La privacidad: nueva manzana de la "discordia".


Por supuesto, no todo es color de rosa, nada de eso. Hay un especial matiz de nuestra cotidianidad que está sufriendo: la privacidad. O al menos, la privacidad según los conceptos hasta ahora aceptados como “normales”: ¿qué vamos a entender por privacidad?

Este es un término que ha ido sufriendo embates en el tiempo, y lo que comenzó marcando límites de un espacio frecuentado solo por personas de nuestros círculos más íntimos, ha pasado a ser una zona de bordes relajados, más permeables, que -dependiendo del tema que se trate- se contrae o se dilata…en fin, difícil de definir en la práctica. Los resultados han sido muy diversos.

Un ejemplo: recientemente una empresa habilitó un servicio mediante el cual uno podía saber quiénes de nuestros conocidos estaban a nuestro alrededor, pues los localizaba a partir del servicio de GPS con que cuentan muchos de los hoy llamados teléfonos “inteligentes”. ¡Qué bien, no? Pues no fue bien recibido este servicio, pues se considero que violaba la privacidad individual…en fin, era bueno, pero no TAN BUENO, podría suceder que no quisiéramos que alguien se enterara de donde estábamos, o también de donde NO ESTABAMOS.

Otro ejemplo, 180 grados opuesto: los desarrolladores de una red social que ha alcanzado uno de los más altos registros de usuarios habilitó, hace ya más de 5 años, un mecanismo mediante el cual lo que en ella expresáramos (a través de textos, imágenes o videos) fuera inmediatamente compartido por TODOS mis contactos, léase las personas con las que me relaciono en esta plataforma. Esto puede significar que una declaración determinada que hagamos en un momento dado es INMEDIATAMENTE mostrada a decenas o centenares de personas, supuestamente “amigas”. Esta nueva forma de mostrarnos en público resultó de inmediato del agrado de grandes grupos de personas, y ya en el momento en que se redactan estas notas cuenta con más de 500 millones de usuarios registrados.

Por fin..¿deseamos privacidad o publicidad?


El establecimiento del vínculo definitivo que nos permite intercambiar informaciones con alguien en un servicio de este tipo conlleva una puesta de acuerdo y aceptación de la relación (una especie de arreglo social), y de esta forma usted pasa a ser “seguidor” de alguien, y ese alguien pasa a ser “seguidor” suyo. Pues bien, esto suena ordenado, civilizado, nada problemático. Pero…y aquí viene el humano con sus detalles…el éxito suele medirse en cantidad de seguidores que usted tenga, o sea, más seguidores, más -supuestamente- exitoso, y esto tiende a banalizar el mecanismo, hacerlo superficial, buscando ganar seguidores aún cuando solo sea para ostentar con ellos.

De aquí los planteamientos de algunos teóricos que definen a estas relaciones como “contactos” no “amigos”, haciendo una importante división entre estos términos.

De esta forma podemos observar fácilmente lo variable que resulta hoy día un concepto como privacidad : a veces queremos ser públicamente reconocidos…pero a veces no, dependiendo de los más complicados matices que se nos puedan ocurrir para caracterizar nuestras relaciones con otros humanos.

No obstante, los intercambios de datos a través de las redes informáticas llegaron para quedarse, y mejor aún, crecer descomunalmente, permitiéndonos contar con enormes volúmenes de informaciones potencialmente útiles en nuestras tomas de decisiones…y también permitiéndoles a los demás vernos a nosotros, a nuestras “intimidades”.

Ruleta rusa en la red.

Ejemplos como el del ("temporalmente" clausurado por razones de...privacidad expuesta) sitio llamado Chatroulette, un portal de la red donde -guiados por el más puro azar- nos conectamos con alguien que muy seguramente no conocemos, vemos a través de su webcam lo que nos quiera mostrar  y nos mostramos a través de la nuestra…pues bien que resulta un entredicho a toda esta tragedia con matices de farsa que vemos a diario orquestada alrededor de la supuesta “privacidad”. Si hacemos una lectura superficial de los cintillos de la prensa en la red, veremos que los defensores de la "privacidad" ciudadana se multiplican a una velocidad...al menos curiosa, haciendo gala de una expresividad de dimensiones impresionantes.

Y eso que aún no hemos hablado de la relación entre la llamada prensa plana (periódicos, revistas, publicaciones diversas) y la actual vedette conocida como INTERNET….

… ya veremos….

No hay comentarios: