La maldición de Babel.

Los problemas que enfrenta la humanidad suelen ser comunes a la mayoría de los grupos que la conforman: a saber, garantizar la alimentación, preservar la salud, extender la existencia, elevar sistemáticamente la calidad de vida, aprovechar convenientemente los recursos a su disposición, en fin… allí donde usted vaya, encontrará alguno o todos estos y muchos más.

Por tanto, siendo objetivos habituales, bien que podríamos colaborar ¿no? De esta forma, con un enfrentamiento colectivo, dividiríamos fuerzas y evitaríamos duplicar esfuerzos…pero -entre otros problemas- hay algo que terminó siendo un estorbo, una traba en el logro de la colaboración “global”: la existencia de más de 7000 idiomas, dialectos y variaciones regionales (según la UNESCO), que, aunque matizan y enriquecen el bazar de la cultura humana, complican el entendimiento, ¡ y de qué manera !

Oidos sordos.

Un desliz idiomático en la traducción de una negociación, o peor, en un proceso de colaboración científico técnica puede dar al traste con los más importantes esfuerzos realizados en función de alcanzar un objetivo.

Si, como dice el Antiguo Testamento, en el libro Génesis 11.9, esto fue un castigo “divino” a la soberbia de los hombres que querían con su obra (la Torre de Babel) alcanzar el cielo…¡pues bien que nos la hicieron! A partir de ese momento, cada nueva realización conlleva un denodado esfuerzo por tratar de entendernos, y los problemas derivados de esta humanidad “políglota” se asoman a cada paso.

Pero…cada problema resulta una oportunidad para la imaginación de los humanos, ahora reforzada por prácticas colaborativas que potencian su “inteligencia”, y por tanto, las propuestas para enfrentar -al menos parcialmente- las trabas derivadas de estos múltiples idiomas que usamos no se han hecho esperar, y justo a lograr un acercamiento a este tema vamos a dedicar el comentario de hoy.En lo relacionado con la aplicación de las nuevas tecnologías, suele encontrarse un primer escollo, consistente en algo -a todas luces- inherente al hombre como especie: la resistencia al cambio. Usted puede encontrar por doquier respuestas iniciales totalmente negativas o al menos dubitativas a cualquier nueva propuesta que implique cambios más o menos radicales.

Y el caso de la traducción de un idioma a otro, a través de o apoyados por tecnologías -últimamente informáticas- no es una excepción. Cuando se conversa sobre el tema con especialistas en algún idioma determinado, de inmediato aparecen ceños fruncidos, gestos de negación, o el mejor de los casos, sonrisas entre burlonas e irónicas. “Ni pensarlo -nos dicen- no hay quien sustituya al humano en la traducción y/o interpretación de los idiomas”.

No, no y mil veces no!!!

Obviamente, esta es una declaración basada en una postura visceral, y forma parte de una familia de otras declaraciones tremebundas del tipo “ la computadora nunca sustituirá al hombre” o peor “la computadora nunca podrá pensar”. Pero, ¡es que este no es el asunto, nada de eso! Nadie está hablando de sustituciones o cesantías, sino de mejoras, perfeccionamiento, apoyo…

De todas formas, aunque nos mostremos reacios, las propuestas son concretas, y aunque no alcanzan el nivel de las de las películas de ciencia ficción, bien pueden resultar una alternativa primaria ante una situación de no comunicación.

E pur si muove

¿Cómo funciona esto? Bueno, en principio es fácil de entender…el proceso de traducción, en un nivel primario, simplificando, consiste en un análisis y búsqueda de patrones conocidos, los que son tratados tomando en cuenta el contexto. Este es el algoritmo utilizado por los múltiples -y frecuentemente débiles- programas traductores que -desde hace décadas- conviven con otras tantas aplicaciones en el informático. Unos más capaces, otros menos…

Pero, el tiempo fue pasando, aumentó la capacidad de cálculo de las computadoras y la habilidad de las tecnologías vinculadas con las telecomunicaciones para trasladar a gran velocidad considerables volúmenes de datos, lo que permitió que se desarrollaron las redes informáticas, y los esquemas de procesamiento paralelo, donde grupos de computadoras (unidas por una red) atienden a la solución de un mismo problema, y manipulan volúmenes de información antes impensados.

A la vez se han venido almacenando en las propias redes informáticas diccionarios de múltiples idiomas, además de traducciones hechas por especialistas humanos junto a sus documentos de origen. Y sobre esta base (en constante crecimiento) los programas de traducción se han fortalecido extraordinariamente.

Es así que ahora, cuando conectados a INTERNET, usamos uno de estas herramientas de apoyo a la traducción de un texto, en verdad se está accediendo (de forma transparente al usuario humano) a múltiples diccionarios y documentos ya traducidos por especialistas humanos, y de esta forma se construye la variante final que se nos presenta.

Incluso, convencidos de lo primitivo del estadio en que se encuentran estas herramientas, los programas de ayuda a la traducción preguntan si se considera que existe una mejor interpretación del texto que se entregó, y si el usuario la suministra, esta nueva “fuente” se incorpora al sistema, y queda a la espera de ser analizada y aprobada por equipos de especialistas humanos que están formando parte de esta “herramienta”.

Entre ceja y ceja.

Pero…no se debe perder de vista que este es un tema que importa a muchos, la posibilidad de obtener traducciones automáticas facilitaría indudablemente el quehacer de las más diversas esferas del quehacer humano, por tanto, hay numerosos equipos multidisciplinarios que están trabajando muy en serio en esta dirección.

Incluyendo aquellos que se ocupan de las llamadas técnicas de “inteligencia artificial” (IA), campo complejo y al que se está prestando especial atención en más de un instituto de investigación o centro de estudio, este es un tema al que volveremos próximamente. Un último comentario: algunos sistemas informáticos desarrollados bajo estrategias de IA…aprenden, rudimentariamente -por el momento- pero…aprenden, y bajo técnicas conocidas como KAS (del inglés knowledge acquire system) .

Bueno, está bien, pero…en concreto, qué?

Hay varias herramientas de este tipo en la red, algunas gratis, otras de pago. Entre las gratis, tal vez la más conocida es el Traductor de Google, que convive con una variante similar de Yahoo, y últimamente con una de Bing, el buscador de Microsoft.

Según una información de abril de 2010, Google traduce en 52 idiomas, Bing en 20 y Yahoo! en 11. Las traducciones pueden ser de palabras sueltas, oraciones, párrafos, textos completos y páginas web, de las que solo se entrega al programa la dirección en la red, y este nos devuelve la versión traducida. El proceso en general resulta bastante ágil, y se mantiene en todo momento el texto original y la variante propuesta, a los efectos de que el humano tome la decisión final. Lo resultados no son perfectos, pero resultan una primera -y posiblemente útil- aproximación….hay errores “clásicos”, pero están mejorando ostensiblemente.

Pero esto no termina aquí: aunque suene a ciencia ficción, Google pretende que desde los teléfonos con su sistema operativo Androide se traduzcan en tiempo real las conversaciones entre idiomas distintos. Esto no lo hará el teléfono, sino los servidores de red habilitados a estos efectos, a los que se accederá, y devolverán la tarea resuelta.

Peor que eso: en YouTube, se pretende habilitar el servicio de subtitulaje instantáneo, con el que, ante un video en un idioma determinado, puedan solicitarse subtítulos en otra lengual!

Para terminar, se supone que las gafas Tele Scouter, de la empresa japonesa NEC, traducirán en tiempo real lo que el interlocutor al que se mira está pronunciando. Con estas gafas, si un chino hablando chino se mirara a los ojos con un español hablando español, ambos se entenderían con la inmediatez de una película con subtítulos.

¿Será posible? ¡ Cuidado con ser escéptico a ultranza ! Ya veremos…

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