MEGABITS: La red tiene apellido Funes.

El olvido suele ser un síntoma complicado…denota despreocupación, poca cuidado a un tema, a una persona, en fin, significa una muestra pública de nuestra forma de valorar un asunto en especial . Y puede ser peor aún: con los años, los seres humanos comenzamos a olvidar, según procesos estudiados y conocidos, donde se suelen ir primero los recuerdos últimos, lo que recién intentamos guardar en nuestra memoria. A veces, algunas personas consideran que esto resulta beneficioso, otras…no tanto.

En resumen, olvidar parecía no tener muchas aristas valiosas o positivas…y esto fue reconocido así hasta que apareció una herramienta que nos permitió recordarlo todo, o mejor, que no nos permite olvidar: el sistema compuesto por computadoras y redes informáticas.


El deterioro de la información almacenada, su degradación debido al paso del tiempo, ha asediado a más de un soporte usado por el hombre para salvaguardar su creación y hacerla llegar a próximas generaciones.

El paso a digital.

Por tanto, llevar toda la información “valiosa” a soporte digital (léase unos y ceros) y almacenarla en soportes perdurables (discos duros, dvd y otros tantos) ha sido objetivo de los que se preocupan por preservar la cultura humana. Y eso está muy bien, garantiza el acceso futuro al conocimiento ya obtenido, y por ende, optimiza y acelera el desarrollo.

Pero…tal vez los hombres no estábamos tan listos para no olvidar como parecía. Es más, puede que -en el fondo-necesitemos del olvido desde un punto de vista práctico. Este nuevo enfoque -la ahora necesidad y defensa del olvido como bálsamo restaurador- tiene algunos pilares sólidos, por ejemplo, el irresponsable accionar que caracteriza a las etapas de la juventud, cuando se dice lo que no se piensa, y se hace lo que -frecuentemente- no se desea, arrastrados por la inercia del grupo, los amigos, en fin…En este caso, el planteamiento puede estar relacionado con el otorgamiento de una especie de “perdón” a aquellas acciones que hayamos cometido durante estas épocas irreflexivas. Puede ser…

También el tema del olvido está soportado por el riesgo de que determinados datos personales que entreguemos ante una determinada gestión oficial -matriculas, registros, contratos comerciales- puedan ser usados para lo que no los entregamos, o quedar ahí, archivados y expuestos hasta la eternidad. El caso de Islandia y el banco de genomas que fue a parar a la empresa farmacéutica suiza es una buena muestra de este tipo de riesgo, que llega a incluir un nuevo tipo de discriminación, ahora según la genética. Puede ser…

Otro pilar de la necesidad del olvido está en casos en que la privacidad de una persona o una familia es mostrada públicamente por el inescrupuloso accionar de periodistas, investigadores y otros tantos personajes que -en el fondo- no son más que cazadores de fortuna o ganancias, y que, amparados por las clásicas declaraciones del derecho a la información, la transparencia y otros tantos escudos protectores (realmente falsos en la mayoría de los casos) ven sus intimidades expuestas hasta la saciedad, sin el más mínimo pudor o piedad… ejemplos como el de Christos Catsouras, un padre harto de encontrar en la red dantescas fotos del  accidente automovilístico donde su hija perdió la vida, puestas por los mismos agentes del orden que atendieron el hecho, puede ser una muestra más que fehaciente de esta necesidad de olvidar. Tiger Wood debe pensar lo mismo. Parece lógico…

¿Olvido por decreto?¿De quién?¿Para quién?

Este es un asunto multifacético. Los ejemplos expuestos pueden llevarnos a un primer nivel de convencimiento sobre lo necesario de seguir practicando un cierto olvido. Pero, es que surgen preguntas a responder: ¿cuándo practicarlo?¿ante qué sucesos?¿debe practicarse de forma igualitaria, ante cualquier situación, con cualquier persona? o peor…¿quién decide lo que debemos olvidar?¿quién administrará el olvido de los medios de comunicación masiva, la red, los archivos informáticos?

Hay problemas con el olvido y el desarrollo de la humanidad: el conocimiento está basado en el recuerdo, la cultura es recuerdo, la identidad es recuerdo, la ciencia, la filosofía, la literatura, las artes…todo está basado en el recuerdo. ¿Cómo podemos -entonces- defender el olvido?¿cómo entender el esfuerzo de la Comisión de Justicia, Derechos fundamentales y Ciudadanía de la Unión Europea en lo relacionado con el “derecho al olvido” si este es solicitado por una persona? Entonces ¿es que todas las personas tienen ese derecho, ajeno a las implicaciones de sus acciones?

Un antes y un después.

Eric Schmidt, consejero delegado de Google, en una entrevista a The Wall Street Journal , predijo que los jóvenes que hoy participan intensamente en las redes sociales (los conocidos nativos digitales)  podrían en un futuro exigir el derecho a cambiar sus nombres para así escapar a su pasado, en lo que sería como un paliativo a la incapacidad de INTERNET para olvidar. Cuando Jorge Luis Borges imaginó a un personaje (Irineo Funes, en el relato Funes el memorioso) que no podía olvidar, estaba esbozando la magnitud de este suceso, que podría lastrar el desarrollo normal de un ser humano, de su pensamiento.

Ahora resulta que la red, convertida de hecho en soporte y gestor de nuestra memoria cultural, después de tanto esfuerzo, padece el "síndrome hipertiméstico": ni olvida ni nos deja olvidar, y esto no es la panacea que perseguíamos…o si lo es, no hemos aprendido todavía a vivir con este nuevo atributo.

 El tiempo dirá si logramos adaptarnos…

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