MEGABITS: ¿Arte por decreto, por soporte, o…per se?

Últimamente encontramos en los cintillos de prensa (digital y convencional) frecuentes invocaciones al concepto arte, y este atributo se otorga de forma curiosa: a veces devenido del uso “creativo” de una tecnología, a veces concedido gracias a la apropiación -por parte del creador- de los nuevos escenarios y herramientas informáticas…todo muy bien descrito, con múltiples imágenes (que se ven muy bien) para ilustrar los argumentos a que se acude como fundamentación de las propuestas. Y los enfoques son -al menos- diversos.



Ejemplos como el de la empresa Genetics Photos, que propone un servicio en que "se presenta el ADN convertido en arte”, según palabras de Laura Soteres, directora de la compañía (fijarse bien: “…convertido en arte”, no “convertido en imágenes”), se mueven por la frontera entre distintos avances de las ciencias, el desconocimiento y solo parcial popularización de los mismos, y el desarrollo de las técnicas de imagen digital, incluyendo la deslumbrante impresión de gran formato. Esta propuesta no incluye al creador de la obra: el ADN que portamos es ajeno (por el momento) a la influencia del hombre, por tanto el proceso se limita a graficar un resultado no pensado -inicialmente- en función de ser socializado más allá del laboratorio en que se necesitaba para determinado proceso científico.

Flores digitales.

Por otro lado, en una línea más cercana al quehacer “convencional”, una reciente exposición nombrada “Flores Frescas”, llevada a cabo en París, mostraba la apropiación creativa que David Hockney había hecho de un nuevo soporte para sus creaciones, cuando sustituía pinceles y lienzos por la nueva herramienta informática “de moda”: un tabletPC, en específico el iPad, herramienta motivadora de comentarios y polémicas desde su lanzamiento a principios de 2010. Usando una sala con baja iluminación -para así potenciar la visualización de sus creaciones desde las pantallas- este creador (aquí si presente desde un inicio) nos muestra sus resultados, logrados en una interacción directa con la herramienta-soporte, controlada simplemente por el accionar de sus dedos, usados como pinceles, trazadores…o como se les quiera llamar. "Algunas veces me concentro tanto que me limpió los dedos al final pensando que tengo pintura en ellos", asegura el artista.

iAction Painting 

El último ejemplo de un -cada vez más frecuente- accionar en el mundo de las visualidades, es el recién aparecido iPhone Art, que permite (a los poseedores de un iPhone o un iPad)  disfrutar desde recreaciones de “Dream machine”, la escultura cinética de Brion Gysin y William Burroughs de 1961, hasta interactuar con Random Pollock, proyecto ganador de un premio Webby, consistente en realizar experiencias pictóricas semejantes (en alguna medida) a las popularizadas por Jackson Pollock, pintor estadounidense, promotor y personalidad más representativa del movimiento conocido como action painting.

Pero… hay algo curioso, un factor común en estos ejemplos.

Receptores prescindibles…


Justo ahora, en una época caracterizada por la extrema facilidad con que se logra la socialización del quehacer humano (sea música, imagen o texto), donde -además- se toman MUY en cuenta las reacciones y  opiniones de los receptores de los mensajes (ya sean ofertas comerciales o invocaciones diversas) y el objetivo (véase la persecución de la “viralidad”) es llegar al mayor número de personas posibles… ¡ pues nadie habla del receptor: la opinión de este anónimo personaje parece no importar!

Si la obra se imprime en vistosos colores, involucrando -incluso- técnicas de laboratorio “de punta”, o se muestra en diáfanos artilugios de “última generación”,  o se nos permite (en una especie de orgía creativa) montar nuestros propios trabajos en las pantallas que nos acompañan (tabletPC, smartphones o semejantes) usando elementos clásicos de un determinado autor que nos son proporcionados por programas que descargamos con toda facilidad de sitios de la red … ¡ pues nada, ya está: ARTE PURA !.

Y mejor que eso:¡ ARTE DIGITAL !

¿Quién se atreve a dudarlo, si estamos hablando de “lo último” en tecnología?¿Qué receptor, qué consumidor de la obra osará quedar impávido y no vibrar con tamañas muestras de creatividad “artística”? Antes hacía falta la confirmación del receptor, había que esperar a ver si “el público” asimilaba los portadores, captaba y decodificaba el mensaje, se sentía influido por la obra, y -tal vez, en el mejor de los casos- hasta actuaba en concordancia con el mensaje de la obra.

Antes y después.

Ahora, en esta época plagada de inventos y avances tecnológicos… ¡ya no hace falta esperar! ¡Todo está dicho dentro del propio proceso creativo y las herramientas involucradas!

Pero, entonces… ¿Es éste un mundo tan “moderno”, tan tecnológico, que ya no importa lo que piense, lo que sienta el receptor de la obra? ¿Dónde quedó el componente comunicativo, motivacional, el considerar “exitosa” o no la creación en la medida que consiga conmover, tocar al receptor que aplaude, rechaza, llora, se ríe, se deprime, salta, baila, repite un estribillo y -tal vez lo más importante- recapacita frente a la obra?

¿Con solo la participación del creador y sus herramientas quedó zanjado el asunto del otorgamiento del atributo “artístico”?
 
¿Arte gracias a las herramientas y el portador? ¿Arte per se? ¿Arte porque se expone en galerías famosas y aparece en los “siempre neutrales” medios de comunicación masiva?

¿Arte por decisión de iniciados y entendidos?

¿De verdad?

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