Cambia o muere: ¡así de simple!

Navegar por la red … ¡hasta suena romántica esta redacción, nos trae a la mente aventuras leídas en la infancia, donde Ulises y su heroica tripulación debía vencer más de un escollo para llegar a su destino!

Pero no, la realidad actual de la tal “navegación” es bastante menos riesgosa, quedando reducida a la búsqueda más o menos azarosa de una determinada información o servicio en ese maremágnum de datos, computadoras, sistemas de telecomunicaciones y personas que hoy llamamos simplemente RED.

En verdad lo que hacemos -generalmente- es intentar conectar nuestra computadora a otra computadora que nos provea del servicio que necesitamos…y este “simple” hecho se ha venido complicando sustancialmente, tomemos en cuenta que -según informes de agosto de 2010- eran 5 000 millones de computadoras las conectadas a INTERNET.

Y, dada esta cifra -nada despreciable- el problema ha quedado limitado a dar un nombre inequívoco a cada una de estas “ventanas de acceso” desde donde nos asomamos al mundo de los datos y los intercambios. El problema es sencillo: para que yo pueda enviar datos a otra persona (un correo electrónico, por ejemplo) y recibir respuesta, ambos puntos (el que envía y el que recibe) debemos tener un nombre único, irrepetible, de forma tal que no existan dudas sobre ¿a quién entregar la información?

La forma en que este asunto se ha venido resolviendo acude a las matemáticas para enfrentar la situación: hay un servicio en la red, llamado DNS (Domain Name Service) que nos pregunta ¿bajo qué nombre deseamos aparecer en la red?, chequea que éste sea único, o sea que no esté utilizado anteriormente por alguien -lo que produciría una inconsistencia en la necesaria exclusividad- y asigna a nuestra propuesta de nombre un número único, irrepetible (conocido como dirección IP), que a partir de ese momento nos identifica en la red.

Esta “ambivalencia” nombre-número permite (en una explicación simplificada) que los humanos trabajen con nombres que les resulten más cómodos, en su idioma, y que -por otro lado- las computadoras que resuelven las tareas solicitadas y soportan el flujo de datos en la red, trabajen con datos numéricos, que son su especialidad.

Por tanto, cuando en nuestra computadora, usando un navegador como Firefox o alguno de sus semejantes, tecleamos (por ejemplo) www.google.com, los servidores DNS buscan este nombre en sus listas y obtienen el número que le corresponde, o sea, su dirección IP, y con éste encaminan nuestra petición. Simple…

Un problema de crecimiento.

El problema ha sido el crecimiento de la popularidad de la red, lo que ha producido un aumento  en la demanda de portales, servicios, conexiones en general que -como ya sabemos- han de tener una identificación (dirección IP) inequívoca, única.

Esto -hasta 2010- se ha resuelto a través de un “acuerdo” o protocolo llamado IPv4, capaz de lidiar con algo más de  4 294 millones de direcciones IP distintas (este no es un número caprichoso, se obtiene a partir de la base 2 elevada a la potencia 32, o sea 232, lo que genera 4 294 967 296 variantes distintas ). Aclaración: aún cuando ya existan más computadoras conectadas que la cifra que se logra con el IPv4, muchas de ellas no tienen dirección IP propia, sino se le asignan direcciones locales (por ejemplo, cuando varias salen a la red a través de una misma máquina intermediaria, conocida como proxy).


Pues ¡qué bien, problema resuelto!…pero es que…¡ ya no alcanzan!, con el crecimiento de usuarios, este mecanismo se está agotando, lo que resulta un tema muy serio: se aproxima el momento en que no se admitirán nuevos registros, no habrá forma de darles un nombre único.

Sobre este peliagudo tema alertaba recientemente Vinton Cerf, coprotagonista del surgimiento y desarrollo de Internet, quien asegura que  “el actual sistema de direcciones no podrá asumir el crecimiento de la red a partir de 2012”.


¿Cuál es -entonces- la propuesta para resolver este asunto? Por el momento, se está considerando el paso a un nuevo protocolo, una nueva forma de asignar valores numéricos a las direcciones en la red, pero en lugar de usando 232, hacerlo con 2128, con lo que podrían existir…340 sextillones de direcciones IP distintas…algo así como el número 34 seguido de 37 ceros…(340 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 direcciones IP).

Bueno, ¡pues nada, resuelto el problema!, con esa cantidad de posibilidades, no volveremos a hablar del tema en largo tiempo…pero…¡no, no es tan simple!

Bautizos informáticos.

Como otras muchas cosas en la vida, una nueva solución implica nuevos problemas: el asunto es que ya hay millones de direcciones en la red a las que se han asignado sus correspondientes números IP a través del protocolo IPv4, y que ahora han de ser renombradas, bautizadas bajo el nuevo acuerdo IPv6, y esto se pronostica sea un proceso lento, no exento de errores -momentáneos- que obstaculicen temporalmente el acceso a determinados sitios, en fin…

Aun cuando las empresas encargadas del tema se resistan al cambio de protocolo -con todo lo que esto lleva implícito- la situación es tan simple y atenta tan seriamente contra el futuro crecimiento de sus “negocios” que seguramente veremos actualizaciones al respecto.  ¿Un ejemplo? La empresa Google lleva 3 años en esta mudanza, con resultados concretos.

Por tanto, no lo dude: más temprano que tarde ¡sucederá!

No hay comentarios: