MEGABITS: Viralidad.

Como pasa con muchas películas y series famosas, los personajes o tramas negativas suelen resultar las preferidas del público, que sigue con especial disfrute el quehacer de aquellos que están la mayor parte del tiempo haciendo sufrir a los demás, que solo en el instante final, toman revancha, para satisfacción general.

De aquí -tal vez- la especial atención que se le presta en el mundo informático a los virus, esas muestras del quehacer de retorcidas mentes humanas que buscan -a expensas de sus avanzadas inteligencias, no lo dude- hacer daño a diestra y siniestra. Una de las características principales de los virus informáticos (lograda gracias a la habilidad y al conocimiento de sus creadores) es su capacidad de reproducirse a toda velocidad, pasando de máquina en máquina, llegando a infestar a millones de computadoras alrededor de todo el mundo en cortísimos períodos de tiempo, antes de que se puedan tomar medidas al respecto.

Pues bien, esta no es una condición exclusiva de estos nocivos programas. Resulta que ahora se ha hecho popular el término “viralidad”  dentro de la creación de materiales audiovisuales  dirigidos a ser consumidos desde las redes informáticas y de telecomunicaciones.


La intención es simple: realizar un material, portador de una idea determinada -usualmente de corte comercial, político o semejante- con características que puedan causar un especial impacto en un determinado grupo humano (jóvenes, estudiantes, amas de casa, creadores o cualquier otra clasificación posible) haciéndolos convertirse en repetidores del susodicho mensaje, potenciándolo con su aprobación en forma de sugerencia en el marco de su grupo de influencia (amigos, vecinos, grupo de estudio, equipo de trabajo).

Los recursos para lograr esta ansiada repetición -en la que aparentemente los máximos interesados no participan- han sido diversos, entre ellos acudir a la exaltación de la inteligencia de los que se decidan a dejarse influir, amenazarlos con el advenimiento de la mala suerte y las más diversas maldiciones si no se participa en la “cadena”, prometer premios, invocar su altruismo y generosidad, hacernos reír…en fin, nada queda fuera de la sarta de ardides  a los que acuden los interesados en lograr influir en un determinado sector de su interés.

De alguna forma empresas del mundo de las tecnologías -como Apple- han desarrollado variantes bien especiales, cuando han repetido el recurso de las “filtraciones accidentales de información” alrededor del próximo lanzamiento de un producto novedoso cuyos detalles -de pronto- se riegan por la red gracias a misteriosos mecanismos propios de las películas del agente 007, y entrevistas a fuentes “que prefieren el anonimato”. Resumen: miles de internautas les hacen el juego y se convierten en repetidores y potenciadores de mensajes inteligentemente concebidos para que parezcan “casuales”.

¿Límites a estas prácticas? Ninguno. Empresas como Google, dedicadas en  lo fundamental a las obtención de información contenida en la red, no dudan en buscar la viralidad incluso en su variante “negativa”, haciendo uso de la máxima que reza “¡ bien o mal, el problema es que hablen !”, y nos encontramos que su gerente principal Eric Schmidt, en una reciente conversación con un periodista sobre las imágenes tomadas por Google para incorporar en su muy cuestionado servicio Street View, cometía el “desliz de decir :” ¡Si no quiere que la fachada de su casa aparezca en nuestras imágenes …MUDESE!"  Y este comentario ha dado mucho quehacer, al considerarse una falta de respeto a la privacidad, una muestra de altanería, prepotencia…en fin, pero…también ha logrado que la atención siga fija en el accionar de esta mega empresa, y (por tanto) la maniobra ha resultado...exitosa.

En resumen, todos -de una forma u otra- somos susceptibles a ser parte (más o menos accidental) de los recursos usados en función la “viralidad”. ¡Dígame usted…!

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