Un problema de...memoria !

Perder la memoria es una verdadera desgracia: tener mala memoria es una traba para la vida cotidiana (¡tengo experiencias personales, tal vez usted también!), tener una demasiado buena memoria puede resultar…perjudicial a la larga, hay cosas que el tiempo lava y nos deja aliviar el pensamiento (que no olvidar).

En verdad, el tema de la memoria -como otros tantos- es complicado, pero, sin lugar a dudas, ha sido una herramienta con la que enfrentamos los retos de la supervivencia, y si se considera -por citar un ejemplo- que la pérdida de la biblioteca de Alejandría (incendiada por última vez en 640) fue una desgracia de tal magnitud que todavía hoy se considera un lamentable suceso, esto no se refiere al valor material de los 500.000 volúmenes o rollos que -supuestamente- contenía, sino que apunta a la pérdida de la memoria cultural, al conocimiento que en ellos estaba contenido. ¡Imagínese usted, volver a comenzar a reconstruir tanta sabiduría acumulada!


Tanta es la importancia que se da al concepto “memoria” que a cada paso nos encontramos este término como atributo de las más diversas herramientas: mi teléfono tiene “tanta memoria”, mi cámara fotográfica viene con “tantos megas de memoria”, “le amplié la memoria a mi computadora”, en fin…

La historia como herramienta.

Hay una justificación que se nos da en la escuela sobre el ¿por qué debemos estudiar la historia? (obviamente una argumentación simplificada), cuando se nos explica que “evita repetir errores de antaño”.

Si usted, leyendo las memorias de tiempos pasados, encuentra procederes, circunstancias, coincidencias, conductas que produjeron o potenciaron un determinado suceso, podrá entonces decidir si imita lo ya experimentado por otras personas, o -por el contrario- evita el llegar a estar en semejantes situaciones, tratando por todos los medios de alejar la repetición de eventos que pueden resultarle adversos.

Hay otro asunto relacionado con la información que puede ser de interés a futuras generaciones: la degradación física del soporte puede llegar a convertirla en inoperante, ilegible, inutilizable. Esto es lo que sucede con libros que se deterioran, kcts que pierden sus condiciones electromagnéticas, discos que se rayan en fin, toda una familia de eventos que dan al traste con la necesaria comunicación del conocimiento a través del tiempo.

¿Quiere un ejemplo bien especial? Leonardo Da Vinci pintó su célebre “Última Cena” directamente sobre una pared, usando las pinturas y pigmentos propios de su época, los que -con el tiempo- se han ido deteriorando al punto de que se teme por la integridad de tan famosa pintura, la que -de no tomarse medidas urgentes de conservación- puede llegar a perder los atributos visuales que la hicieron tan famosa.

De forma general, en las más diversas órbitas se ha prestado especial atención al desarrollo de las herramientas que permitan facilitar las labores, dar rienda suelta a la imaginación, y que -a su vez- garanticen la perennidad y también -claro que sí!- la socialización de la obra.

Entonces, dado el interés de los más diversos grupos humanos en las herramientas propias de su quehacer, el desarrollo de las tecnologías ha estado centrado en el logro de la efectividad de la operación y en alcanzar -además- portadores que no se degraden, que no pierdan cualidades con el tiempo.

Preservar el conocimiento.

De aquí el interés que se le ha estado prestando -desde hace unos buenos 50 años- a todo tipo de tecnologías vinculadas con la preservación de los datos: se ha pasado por más de un soporte, y cintas magnéticas, tarjetas y cintas perforadas, discos flexibles y rígidos, discos ópticos y últimamente sistemas de componentes electrónicos han pasado en rápida sucesión por nuestras manos.

Una vez más, los fabricantes no se han puesto de acuerdo, y hemos visto cómo el mercado se ha llenado de tipos de memorias distintas, no intercambiables, o sea, si su aparato usa Memory Stick (por citar un ejemplo) no admitirá SD y así sucesiva y lamentablemente.

No obstante, los avances son innegables (¡y eso que no ha habido acuerdo!). En una entrevista realizada a Eli Harari, fundador y consejero delegado de SanDisk(empresa destacada en la fabricación de diversos modelos de memorias electrónicas) declaró su convicción de que, en 10 años (2020), podremos almacenar 10 terabytes en una tarjeta de sólo 16 centímetros cúbicos, algo cercano a una caja de fósforos convencional.

Bueno…¿y por qué esta fijación en la cifra 10 terabytes? Esto es debido a que -supuestamente y según lo planteado por Eli Harari - esa es la cantidad de información que puede contener el cerebro humano promedio. Justo en el momento en que se escriben estas líneas (primer trimestre de 2011) en uno de los modelos de SanDisk, el llamado micro-SDHC con solo 1 milímetros de grosor, 11 milímetros de largo y 15 de ancho, pueden almacenarse más de 128 gigas de información, o sea, cerca de la centésima parte de los 10 terabytes de marras.

Eslabón perdido.

Pero…la historia no termina aquí, nada de eso, faltan 2 episodios importantes.

Por un lado Hewlett Packard con los memristores, un tipo de “eslabón perdido” de la electrónica, que permitiría que "el procesador y la memoria podrían ser exactamente la misma cosa” según el profesor Stan Williams, de HP, con lo que lograron colocar 100 gigabits en un centímetro cuadrado (algo así como lo que se lograría con cien mil millones de transistores, y hay que entender que el procesador más potente conocido hasta el momento, el z186 de IBM tiene solo mil cuatrocientos millones de transistores), o sea algo más de la décima parte de lo alcanzado con los memristores. Pisándole los talones viene nada menos que IBM, con un nuevo tipo de memoria a la que ha llamado Racetrack, con la que prometen multiplicar por 100 la capacidad actual de almacenamiento de datos de nuestros dispositivos cotidianos.

Y por otro lado…algo que -reconozco- suena a ciencia ficción, ¡sujétese bien!: En la Universidad China de Hong Kong han creado un sistema para almacenar datos en… secuencias de ADN implantadas…en una población de… ¡bacterias!. Según Chan King Ming y sus colaboradores, en un gramo de estos microbios puede almacenar 200 gigabytes de datos. Tómese en cuenta que los discos duros convencionales de nuestras computadoras actuales no pasan de 4 gigas por gramo.

Obviamente tomará tiempo poner este invento en función de la vida diaria, pero…¿se imagina Usted? Los 4 tomos del Quijote de Cervantes, en formato digital, no llegan a ocupar 4 megabytes, por tanto, ¡en un gramo de bacterias podríamos colocar una biblioteca completa!

Ya veremos…

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