¿Cuánto nos cambió INTERNET?

Recientemente (17 de octubre) se festejó y -por eso de los desacuerdos entre humanos- próximamente se volverá a celebrar (25 de octubre) el Día de Internet.

La magnitud del volumen de informaciones y conocimientos que ahora intercambiamos con toda normalidad es -tal vez- la implicación principal de este fenómeno complejo, multifacético, en constante evolución, al que -un día- se llamó INTERNET, o “la red”, para simplificar.  O sea, nos permitió afianzar el concepto de que somos seres sociales que nos mantenemos en constante comunicación e intercambio con nuestros semejantes, a la vez que facilitó, potenció nuestras prácticas como tales.

Hace menos de 20 años (que son nada, según el  inmortal argentino) la búsqueda de un determinado tema, el constatar por dónde andaba el mundo en una cierta dirección de trabajo, desarrollo o investigaciones, era una tarea titánica: los principales actores sociales a los que se podía acudir eran las bibliotecas, encargadas de archivar un determinado volumen de textos, fotos, gráficos y -en algunas- placas de vinilo y más hacia acá, casetes de audio.

La cotidiana acción de esta segunda mitad del 2011, consistente en obtener y CONTRASTAR datos, informaciones, artículos, opiniones de los más disímiles pensadores y grupos de trabajo, era algo -prácticamente- imposible de realizar. Aunque algunas de estas instituciones brindaban el servicio de “búsqueda interbibliotecaria” el factor tiempo resultaba la víctima principal: “¡Venga dentro de un mes! o peor “No, no ha llegado todavía…hay que esperar”.

Si…habían revistas, folletos, periódicos, libros: ¡es cierto! Pero -por pura apreciación personal- deben haber significado algo así como el 1% de las fuentes de conocimiento a las que podemos acceder hoy, y no me estoy refiriendo a los privilegiados habitantes de los países con mayor velocidad promedio de acceso a la red (Corea del Sur, con 14.4 Mbps, Hong Kong con 9.2, Japón con 8.1, Holanda con 7.5  y Rumania 6.6) sino a los que nos desarrollamos en el bloque con economías “en desarrollo”. Si ahora mismo se está preguntando por la ausencia de EU en esta lista, pues sepa que ocupa en el lugar 14, con 5.3 Mbps.

Cuando leemos opiniones personales de individuos de las más diversas culturas, encontramos el servicio de mensajería electrónica como uno de los acápites que primero se enuncian cuando de impacto se trata: hay que entender que ni el más ágil de los servicios convencionales, el telegrama, puede competir con la omnipresencia del email, mucho menos ahora que disfrutamos la llegada de nuestra correspondencia hasta donde estemos, a través de la alianza entre teléfonos móviles y redes informáticas.

Del consumo de productos culturales (música, literatura, audiovisuales y otras expresiones) ¡ni hablar!. El rescate y disfrute (con frecuencia en modo “premier”) de tanta creación a la que tuvimos un escuálido acceso a través de emisoras de radio, televisión y cines, y que añorábamos a título personal, resultaron prácticas que -definitivamente- se flexibilizaron, se facilitaron en grado superlativo, permitiendo que acudiéramos a las fuentes bajo “libre demanda”.

¿Releer 100 Años de Soledad?¿Oír de nuevo la música de un grupo famoso en épocas especiales de nuestra vida?¿Leer la prensa de un país en el que se desarrollan eventos de interés?¿Contrastar opiniones sobre el uso de una determinada tecnología? Pues todo es -ahora- tremendamente simple…a 2 o 3 clics de distancia, en un mundo surgido paulatinamente bajo nuestras narices.

Es innegable: todo lo relacionado con el intercambio de conocimientos sufrió un vuelco, se aceleró, mejoró, las distancias físicas dejaron de ser un enemigo sólido y concreto que cohibía el acceso a determinadas fuentes. Pero…no fue el único escenario que convulsionó: hubo otros que tomaron una dimensión inusitada, pues -prácticamente- no existían.

Este fue el caso del accionar hoy englobado en el término “redes sociales”. Prácticas originales de los antiguos parques, paseos, teatros, galerías comerciales y restaurantes donde practicábamos  el dejarnos ver y ver a los demás, reunirnos con aquellos semejantes con que compartíamos gustos, preferencias o puntos de vista, se han convertido en algo insólito, si no ¿cómo es posible que se hayan llegado a involucrar en la vida socio cultural y política de más de un país?

Facebook con más de 750 millones de usuarios registrados; Twitter con más de 2,200 tweets por segundo; RIM (Blackberry) ofreciendo servicios para el desarrollo de vida social “on line” con privilegios de privacidad (que han hecho trinar a más de un servicio de inteligencia y generado reuniones entre gobiernos y empresas organizadoras de estos servicios); la recién llegada  Google+ con más de 40 millones, en un crecimiento excepcional para estas lides, FourSquare... todas han ido sumando matices a esta nueva forma de vida más “social”.

Incluso se han generado términos como el caso de “seguidores -devenidos en alguna medida del antiguo vocablo del idioma inglés “fan”-, a medio camino entre amigo y conocido, que ha dado lugar a estudios que aseguran que solemos tener el doble de amigos “virtuales” que de amigos “reales”.

El caso en particular de FourSquare originó una nueva práctica, en la que anunciamos a cada instante dónde estamos y qué hacemos: el check in, que se ha extendido a Google, Facebook y otras tantas, igualmente un híbrido entre publicidad y facilitador social.

En resumen: llevo toda la prensa internacional en mi bolsillo, me llegan y envió mensajes con texto, imagen y sonido, mantengo contacto con amigos, colaboradores y familiares no importa dónde estemos, accedo a la información que preciso en el momento que la necesite, publico los resultados que obtengo en mi trabajo, consulto a otras personas, oigo música, recibo el parte del tiempo, me oriento en la trama urbana, reservo localidades en eventos deportivos, culturales, y boletos para viajar, estoy al tanto de los precios del petróleo, reviso las altas y bajas de los temas de la bolsa que pueden influir en mi accionar…definitivamente la vida (¿se facilitó?) cambió!

Tal vez no seamos más felices y el mundo siga siendo una especie de locura colectiva, pero… éste es otro problema del que -incluso- ahora estamos más conscientes gracias a INTERNET.

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