MEGABITS: Decisiones “políticas” en escenarios tecnológicos.

En verdad, hay cosas en el mundo de las tecnologías informáticas que no han cambiado mucho: necesitamos dispositivos por donde entregar y recibir datos, léase teclados donde quepan los dedos, pantallas donde podamos observar los detalles que esperamos, micrófonos que nos oigan y bocinas que oigamos, en fin…y, por debajo de todo esto, siguen estando unos programas -a veces no muy a la vista- que se ocupan de administrar los recursos de la herramienta electrónica con que contamos: o sea, estamos hablando de los sistemas operativos.

Aunque según algunos teóricos todo son datos, y solo hay “programas”, otros sostienen la necesaria división entre sistemas operativos y aplicaciones, algo que simplifica la comprensión de esta estructura: los sistemas operativos actúan de mediadores entre la electrónica (pura y dura) y las aplicaciones, que son las que -al final- vemos: Photoshop, Winamp, Windows Media Player, Firefox, Explorer, todas son aplicaciones.

Nueva división del mundo…otra más!

¿Por qué se oye hablar tanto últimamente de los sistemas operativos? Por doquier aparecen -incluso- gráficos estadísticos en que se muestran la división porcentual del mundo informático entre los sistemas operativos conocidos : Microsoft Windows (en múltiples versiones, con el 82.41% del mercado), Androide y Chrome OS de Google, iOS de Apple, Symbian de Nokia,  Linux, Unix y otros tantos…

El tema está en la relación electrónica-sistema operativo-aplicación: para que una aplicación se ejecute correctamente en nuestra herramienta, ha de ser compatible con nuestro sistema operativo;  no importa cuán poderosa sea nuestra computadora o teléfono “inteligente”, si no hay compatibilidad entre el sistema operativo que usen y la aplicación que necesitamos, ¡bien podemos ir buscando otra solución!

De aquí el hecho de que existan familias de aplicaciones : las compatibles con Windows, las de Linux, las de iOS y otras tantas. Y detrás de todo esto, el mercado impone el ritmo: si la mayoría de las computadoras personales (de escritorio o portátiles en cualquier versión) se nos presentan con Windows (aunque a muchos los disguste), los desarrolladores de aplicaciones (interesados en obtener ganancia por la venta de sus creaciones) obviamente dirigen su quehacer a esta “familia”.

Peor que eso…

No solo los creadores de programas, sino también (y esto es estratégicamente importante) los fabricantes de la electrónica: ellos lanzan sus nuevas ofertas acompañadas de programas para manipularlas -léase poderlas usar- desde un determinado sistema operativo, y también Windows suele ser el elegido, por la misma razón de la división porcentual del mercado.

Por tanto, la decisión sobre el paso de un sistema operativo a otro, simultáneamente involucra a todos los programas que necesitemos usar. incluyendo los manipuladores (drivers) de todos los aparatos a nuestra disposición: pantallas, teclados, mouses, impresoras, escáner, micrófonos, bocinas, redes inalámbricas, cámaras de fotos y video, máquinas herramientas de todo tipo, en fin….

Esta no es una decisión simple: no significa un antes y un después. Ni siquiera puede considerarse solo una decisión política, pues conlleva el lograr que la nueva plataforma (electrónica + sistema operativo + aplicaciones) funcione -al menos- al nivel de la anterior, de forma que se garanticen los procesos implicados, y la compatibilidad con los “vecinos” tecnológicos en un mundo francamente globalizado.     ¡ Mucho ojo, que no se está hablando solo de editores de texto y mensajes de correo electrónico !

Pisar en falso.


Por otro lado…el admitir que el desarrollo de sectores claves en la economía y seguridad de un país se base en un sistema operativo de una empresa como Microsoft…al menos despierta lógicos temores, no solo relacionados con existencia de fallos y puertas traseras, sino con la propia garantía de perennidad de estos programas en el tiempo; cuando recién aparecía en el mercado la muy publicitada versión de Windows 7 Phone  (sistema operativo para móviles) y se conocía que era incompatible con la versión anterior (la conocida Windows Mobile 6.5), muchos deben haber reafirmado sus temores en este sentido.  Por tanto, ¡ fuera aplicaciones conocidas y ya pagadas ¡ ¡ Venga nuevo proceso de compra y adaptación ¡ ¿Se imagina usted una situación semejante a nivel de un país completo?

La idea surge espontáneamente: bueno, pues nada, me mantengo en la versión anterior del susodicho sistema operativo…¡ Pues no, no es tan fácil, porque las aplicaciones que irán apareciendo -probablemente- serán solo compatibles con la nueva versión! Este es -indudablemente- un tema sin fin, al que nos vemos arrastrados por la dependencia de un mercado que -a diferencia de lo que proclama- no está necesariamente regido por nuestras necesidades.

¿Y entonces?

Es por esto que, si analizamos bien, tal vez estemos de acuerdo que esta es una decisión que excede con creces a la política, y hace que hasta los expertos en el tema duden de la factibilidad -a corto plazo- de un paso de esta magnitud y alerten sobre la magnitud de esta aparentemente simple decisión “tecnológica”.

Una solución posible (y cara): creación de pequeños grupos de prueba de la nueva plataforma propuesta, sometiéndola a las mismas cargas, involucrando los mismos problemas y herramientas que estemos usando a diario. Y cruzar lo dedos….

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